Fanatismo y violencia

Fanatismo y violencia

La pobreza en el mundo y el reparto desigual de los avances tecnológicos son dos de los principales problemas económicos y psicológicos de nuestra época, porque causan odio, envidia y frustración, sentimientos que son la fuente del fanatismo y la violencia.

El fanatismo es enemigo de la razón y lleva en sí el germen de la violencia. El riesgo de la violencia es generar un espiral de odio que siempre acaba en un sangriento ritual de destrucción. El odio alimenta la violencia, que, a su vez, produce más odio.

El fanático, que tiene una percepción distorsionada de la realidad, se cree poseedor de la verdad y trata de imponérsela a los demás a sangre y fuego. Los atributos psicológicos más representativos de un fanático son:

  • Inmadurez y dependencia emocional.
  • Búsqueda de emociones fuertes.
  • Dogmatismo o rigidez del pensamiento y certeza injustificada en cuestiones de creencia u opinión (jamás acepta la duda o la crítica)
  • Personalidad paranoide que se caracteriza por la desconfianza patológica, el orgullo exagerado, la pobreza afectiva y una agresividad sin límites.

Todo el fanatismo necesita líderes, que tengan seguridad en sí mismos y capacidad de seducción, así como una inteligencia maquiavélica, capacidad de manipular la conducta de los demás. Los líderes saben que los individuos tienen tendencia a obedecer.

Algunos experimentos de la psicología social realizados por el psicólogo norteamericano Stanley Milgram, demuestran que cuando entran en conflicto la obediencia a una autoridad y el ánimo de no causar daño a otros, la autoridad está por encima de la empatía en la mayoría de las personas.

Las características ideológicas del fanático son:

  • Se cree el depositario de la verdad absoluta y no admite la posibilidad de que otras personas tengan razón.
  • Trata de imponer sus creencias y normas de conducta por la fuerza, sin respetar las libertades de los demás.
  • Se guía por sentimientos y creencias irracionales, menospreciando el pensamiento y la razón. Sigue ciegamente la ideología de una secta o algún líder carismático.
  • Tiene una visión simplista de la realidad al establecer una frontera entre un nosotros, perfecto y puro, y un ellos, miserable e inferior.
  • Desprecia a otras etnias, pueblos o personas, a quienes considera extranjeros o chivos expiatorios contra los que puede actuar con violencia.
  • No admite la igualdad de sexos y defiende posturas misóginas. Ciertos grupos religiosos y sectas se oponen a aceptar el derecho a la igualdad de la mujer.
  • No admite la separación entre religión y estado, considerando que las leyes deben estar subordinadas a los textos sagrados.

En sí misma, toda idea es neutra o debería serlo; pero el hombre la anima, proyecta en ella sus llamas y sus demencias; impura, transformada en creencia, se inserta en el tiempo, adopta figura de suceso: el paso de la lógica a la epilepsia se ha consumado… Así nacen las ideologías, las doctrinas y las farsas sangrientas. Idólatras por instinto, convertimos en incondicionales los objetos de nuestros sueños y de nuestros intereses. Su capacidad de adorar es responsable de todos sus crímenes: el que ama indebidamente a un dios obliga a los otros a amarlo, en espera de exterminarlos si se rehúsan.

CIORAN, E. M.: Adiós a la filosofía. Alianza, Madrid, 1982.

Clínica Kahlo

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