Realidad y psicoterapia
Algunas semanas atrás circuló por las redes sociales la imagen de un vestido, no podíamos especificar su color, unos decían verlo negro con azul y otros blanco con dorado. La discrepancia del fenómeno logró que la foto diera la vuelta al mundo y en cuestión de horas millones de personas ya discutían el tema. Nos impresionó de sobremanera estar viendo la misma imagen de forma claramente distinta. Este ejemplo coloquial nos ayuda a postular la siguiente afirmación: lo que es real para unos, puede no serlo para otros.
Cada individuo tiene sus propios lentes perceptuales para entender la realidad. Filtros biológicos y psicológicos, todo lo que observamos se encuentra entintado por nuestra composición física y por aquello que hemos aceptado –o introyectado- como real. Lo aceptado o introyectado procede de las instancias de poder que nos rodean: la familia, medios de comunicación, ciencia, religión, educación, cultura, etcétera.
Las verdades absolutas o realidades no son más que puntos de vista derivados de diversas instancias o marcos de referencia. Algunos padres, por ejemplo, al presenciar el brote psicótico de su hijo lo llevan al sacerdote porque creen que se le metió el diablo; buscan otorgarle un significado al suceso y lo hacen bajo el marco de referencia de la religión, intentando resolver la problemática con agua bendita, rosarios y rezos. Si un psiquiatra observa al supuesto poseído quizá pueda apuntar que tiene esquizofrenia y prescribir un antipsicótico. El médico general diría que pudiera tratarse de un ataque epiléptico y tal vez recomendaría hacer algunos exámenes. Un terapeuta familiar sistémico diría que el joven parece mostrar comportamientos psicóticos, dirá que no se trata de una afección individual, sino de algo que surge a partir de la manera en que se comunica la familia y las reglas que gobiernan las interacciones, así, lo lógico sería sugerir una primera sesión terapéutica con la familia y el paciente, además de expresar la importancia de un tratamiento conjunto con el parte médico. Bajo esta línea de pensamiento no podemos hablar de quién está en lo correcto y quién está equivocado. Existen tantas realidades como observadores, cualquier postura es válida, ya que brinda una forma o un método distinto de aproximarse a aquello que cada uno entiende por realidad.
Vivir en sociedad nos lleva a buscar acuerdos, consensos de todo tipo en pro de la armonía, la convivencia y el entendimiento. Sin embargo, algunas veces tomamos las convenciones por leyes absolutas. Creemos que nuestros anteojos son los únicos. Dentro del consultorio es común escuchar gente en desacuerdo con lo que debe de ser de acuerdo a la sociedad; eso no me convence, no me llena, no me hace sentido, dicen. Si no me va tan bien como a mis hermanos en los negocios soy un fracasado; este niño se comporta de forma diferente, algo anda mal con él; si no soy madre no estoy realizada como mujer; mi mujer no me atiende ni cocina no es una buena esposa. Cuando las personas se comportan diferente a la convención social o a nuestros marcos referenciales no necesariamente es sinónimo de enfermedad.
Hay quienes piensan que los que van a psicoterapia están locos o tienen un problema grave -éste es también un constructo social-. Asistir a consulta también es oportunidad para descubrir qué fragmentos referenciales he elegido para mi vida, qué tan adecuados son para mí o cómo colaboran en mi proceso de crecimiento, ya que algunos de los constructos adquiridos son voces ajenas interiorizadas, voces, tal vez, caducadas hace tiempo. ¿Pensar esto de mí me hace feliz? ¿Me ayuda a crecer? ¿Para qué pienso esto? ¿De dónde provienen éstas ideas? ¿Quién dijo que debería ser así? Son preguntas frecuentes, íntimas. Si no existe una realidad absoluta, si yo elaboro mi propia visión: ¿por qué elegir la opción que menos me beneficia? ¿Por qué elegir la opción que me hunde en lugar de aquello que me eleva y abre posibilidades inéditas, aquello que amplía el panorama? Las ideas que elegimos –o introyectamos de los marcos de referencia- como verdaderas para nosotros terminan por elaborar nuestra realidad. Viene al caso recordar la anécdota narrada por Watzlawick:
“Un especialista en hipnosis muy respetado por sus capacidades y sus éxitos clínicos fue invitado a dirigir un seminario para un grupo de médicos en casa de uno de éstos, donde observó —como él mismo refirió— que «todas las superficies horizontales estaban cubiertas de ramos de flores». Debido a que padecía una fuerte alergia a las flores naturales, casi inmediatamente percibió en los ojos y en la nariz las bien conocidas sensaciones de picor. En ese momento se dirigió al dueño de la casa y le comunicó su problema y su temor de que en aquellas circunstancias no podría dirigir el seminario. El anfitrión manifestó su sorpresa y le pidió que examinara las flores, que eran artificiales; en cuanto lo comprobó, su reacción alérgica desapareció con la misma rapidez con que se había presentado. Parece que este ejemplo proporciona una prueba clara de que el criterio de la adaptación a la realidad es, después de todo, plenamente válido. El hombre pensaba que las flores eran verdaderas, pero en cuanto descubrió que eran sólo de nailon y de plástico, el choque con la realidad resolvió su problema y él volvió a la normalidad”.¹
Si lo que percibimos son construcciones, ficciones, y nada es absoluto, lo que ocupa a la psicoterapia es buscar co-construir con el paciente nuevas construcciones o ficciones que resulten más llevaderas y no sean dolorosas para quien las ejerce. La idea sugerida en el texto anterior es: el problema no son las cosas sino lo que pensamos de ellas. Así pues, la propuesta en psicoterapia es la de cambiar lo que pensamos de las cosas hacía ideas diferentes que amplíen las representaciones que hacemos de la realidad mejorando nuestra relación con nosotros mismos y con quienes nos rodean. El proceso terapéutico termina cuando el que asiste a terapia considera que su relato de sí mismo y la realidad que lo rodea ha logrado redimensionarse de manera satisfactoria. Finalmente, debo mencionar que este artículo está también plagado de constructos de realidad, así que invito al lector a formar su propio criterio y a saber que su opinión es igual de válida que la de quien escribe.
¹ Watzlawick, P. Nardone, G. (2000) Terapia breve estratégica. Barcelona: Paidós.
MTFS Yohanna Guerra.